martes, 27 de marzo de 2018

Era Joaquín Sorolla

Era Joaquín Sorolla

«Muchas veces, al vagar por la playa preparando mentalmente mi novela, encontré a un pintor joven –sólo tenía cinco años más que yo– que laboraba a pleno sol, reproduciendo mágicamente sobre sus lienzos el oro de la luz, el color invisible del aire, el azul palpitante del Mediterráneo, la blancura transparente y sólida al mismo tiempo de las velas, la mole rubia y carnal de los grandes bueyes cortando la ola majestuosamente al tirar las barcas.

Este pintor y yo nos habíamos conocido de niños, perdiéndonos luego de vista. Venía de Italia y acababa de obtener sus primeros triunfos.

Convertido al realismo en el arte y abominando de la pintura aprendida en las escuelas, tenía por único maestro al mar valenciano, admirando fervorosamente su luminoso esplendor.

Trabajamos juntos, él en sus lienzos, yo en mi novela, teniendo enfrente el mismo modelo. Así se reanudó nuestra amistad, y fuimos hermanos, hasta que hace poco nos separó la muerte.

Era Joaquín Sorolla».

Prólogo posterior a la novela Flor de Mayo. 1923

Vicente Blasco Ibáñez



Sorolla pintando "Niños en la playa". 1916

http://casamuseoblascoibanez.com/

sábado, 10 de marzo de 2018

La primera falla en la que fueron colocados Sorolla y Benlliure

La primera falla en la que fueron colocados Sorolla y Benlliure

«Finalizaba el siglo XIX con grandes éxitos artísticos logrados para Valencia por el pintor Joaquín Sorolla Bastida y el escultor Mariano Benlliure Gil. El nombre de ambos artistas valencianos sonaba ya con amplitud en el ambiente artístico internacional, y sus obras eran admiradas y premiadas en cuantos certámenes artísticos se presentaban.

Valencia se sentía orgullosa de tan magníficos artistas. Y el Ayuntamiento, en sesión solemne efectuada el 29 de julio de 1900, hacía entrega al pintor Joaquín Sorolla y al escultor Mariano Benlliure del título de “hijos meritísimos y predilectos de Valencia”, y les trasmitía el acuerdo de rotular con el nombre del primero a la calle de las Barcas, y el del segundo, a la plaza de la Pelota.


Las Provincias

Los dos artistas valencianos, contentos y agradecidos al acuerdo de la Corporación Municipal, contestaron emocionados al recibir el nombramiento, ofreciéndose Benlliure a modelar la lápida para la calle dedicada a Sorolla, y este a pintar la de la plaza rotulada con el nombre de Benlliure.

El ofrecimiento de los insignes artistas fué aceptado con entusiasmo, y sólo quedó por resolver la fecha de entrega, que, según los artistas, sería breve. Pero el tiempo transcurrió, y el pintor Sorolla y el escultor Benlliure, muy ocupador entonces en sus tareas artísticas, no realizaban su ofrecimiento, a pesar de los ruegos que se les hacía por parte de la Corporación Municipal y de los elementos artísticos de Valencia.


Falla Plaza de la Pelota. 1904

Cortesía de Marga Preda

El asunto fué tema y comentario de las tertulias de los cafés. Y una de ellas, que se reunía en el famoso Lyon d’Or – aquel café célebre que se anunciaba “principal centre de réunion des nationals et estrangers”, donde se servía, ¡ay! aquel famoso “café superieur”-, acordó aprovechar el tema para realizarlo en una falla, en las fiestas josefinas de 1904.

Estaba situado el antiguo Lyon d’Or en la plaza que se había llamado de la Pelota, al parecer, porque existió en ella un trinquete destinado a este juego, y, luego, destinada al escultor Mariano Benlliure. Plaza de abolengo fallero, donde se habían instalado casi siempre las mejores fallas, las más satíricas y mejor construidas que alcanzaban por ellos los primeros premios.



Lyon d’Or

Subidas por Carlos Tárrega Momblanch a VAHG

Cuando en las primeras luces del 18 de marzo de 1904, la gente contempló la falla instalada aquel año en la plaza de Mariano Benlliure, no pudo menos de sonreír ante la ingeniosa idea de los falleros, y admirar el arte con que había sido construida la falla. Allí estaba fielmente reproducido un trozo de la plaza y las figuras, admirablemente realizadas, de Sorolla, arriba de un estrado, y en acción de colocar sobre la pared una gran lápida, y Benlliure, quien aparecía al pie de la escalera colocada junto al estrado.

Aquel año, el Ayuntamiento, que desde 1901 ofrecía un premio a la mejor falla; amplió a tres los premios ofrecidos. Y el jurado, presidido por el alcalde, señor Llagaria, los componentes de la Comisión de Fiestas del Ayuntamiento, señores Flores y Martín Mengod, con los artistas Cebrián y Blay, recorrieron las veinticuatro fallas instaladas y concedieron el primer premio a la calle de la Correjería, que reproducía una escena de la ópera “I pagliaci”, con intención política; el segundo premio a la plaza de Mariano Benlliure, que se refería al incumplimiento de la promesa de Sorolla y Benlliure sobre las placas rotuladoras para la calle y la plaza instaladas en la Bajada de San Francisco- ¡aquella falla pintoresca y tradicional calle, desaparecida para siempre- cuya falla se refería al desprestigio del teatro Principal, convertido en aquella época en circo ecuestre.




ABC. 31 de marzo de 1904

Pero la opinión general, de la que se hizo eco la prensa, no aceptó el fallo del jurado, considerado en esta ocasión que el fallo lo había tenido dicho jurado al no conceder el primer premio a la falla instalada en la falla de Mariano Benlliure. Ello fueron expuestas las fallas aquel año, se alabara el buen gusto con que había sido realizada esta falla, comentándose la crítica que hacía al olvido sufrido por Sorolla y Benlliure.

El insigne escultor valenciano, a quien hizo gracia la ingeniosa critica de la falla, prometió que, por este motivo, no volverían a colocarle en otra falla. Y decidió modelar las plazas rotuladoras que, al fin fueron instaladas en sus respectivos lugares. Lo que prueba que, a veces, las fallas sirven para algo más que para ser quemadas».

Vicente V. de Valencia Extraordinario de Fallas Levante. 1958