martes, 10 de noviembre de 2020

Aún dicen que el pescado es caro...

Aún dicen que el pescado es caro... 

«¡Que viniesen allí todas las zorras que regateaban en la Pescadería! ¿Aun les parecía caro el pescado?... 
¡Á duro debía costar la libra!»
 
Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez
 
 
«Este es el título de un óleo de Sorolla en que se ven a un grupo de pescadores atendiendo a un pescador herido en el fondo de una barca.

No era extraño que en el Cabañal y el resto de los poblados marítimos, abundaran las mujeres enlutadas, viudas y madres de pescadores que perdieron sus vidas en aras del pan de cada día.

En este tiempo, quizás en el otoño del 34, un fuerte temporal de levante azotaba la costa valenciana, y grupos de gente hacían comentarios sobre algunas barcas que no habían regresado y andaban perdidas o quizás naufragadas. Se decía que en la cercana playa de Nazaret, en la desembocadura del río Tuna, había aparecido un cadáver y los restos de una embarcación.

En la playa de la Malvarrosa las pescadoras subidas sobre piedras o tablones, oteaban el horizonte con la esperanza de descubrir el familiar "Laúd" y su triangular y blanca vela latina. Una barca había intentado alcanzar la bocana del puerto, estrellándose contra las rocas del rompeolas, desapareciendo sus tripulantes. Las mujeres gemían temerosas por la suerte de sus familiares, pues en algunas barcas se juntaban todos los varones de una misma familia, incluso algún chiquillo. 

 
¡Aún dicen que el pescado es caro!. 1894
 
Joaquín Sorolla y Bastida
 
Óleo. 151.5 x 204
 
Museo del Prado 

Entre llantos, rezos y advocaciones a la Virgen del Carmen, aquellas mujeres cubriéndose el "moño" con grandes pañuelos blancos o negros,—según.-; Soportaban la lluvia y el fuerte viento, y el tremendo maremágnum de las grandes olas que rompían en la playa. 

 
Entrada al puerto de Valencia en día de Levante
 
La Ilustración Española y Americana
 
8 de julio de 1884
 
De la obra de Javier Juste
 
Xilografía a la contrafibra - 281 x 182 mm

Algunos sacaban a colación, que los que faltaban, se podían haber refugiado en algún puerto de Argelia, apoyados por lo que todos sabían, la pesca encubría el contrabando que se hacía con el norte de África. Después de la tormenta viene la calma. Los chavales paseábamos descalzos por la playa, descubriendo todo lo que la tormenta hubiera arrojado a la arena de la playa.

Cuando regresábamos a casa, en un portal se apiñaba la gente, y se oían los lloros y lamentos de los familiares o amigos de algún desaparecido.»

Vivencias de juventud

Francisco Marcos Hernández