Clotilde García del Castillo
«Clotilde García del Castillo (1865-1929), un nombre corriente para una mujer que no lo fue. Ella fue la mujer que estuvo siempre junto a Joaquín Sorolla pero además, Clotilde conservó los testimonios de su vida común y del trabajo de Sorolla (cartas, fotos, las listas de los cuadros que se enviaban a las exposiciones, las cuentas,...).Fue ella la que personalmente se encargó de donar al Estado la casa familiar de Madrid y convertirla así en el Museo Sorolla del que todos nos sentimos tan orgullosos.
Clotilde y Joaquín se conocieron en Valencia siendo niños. Más tarde Sorolla trabajó como iluminador del fotógrafo Antonio García Peris, el padre de Clotilde, que fue, además, mecenas y protector del pintor. Clotilde y Joaquín se casaron en 1888, vivieron un año en Italia y en 1889 se instalaron en Madrid.
En 1890 nace su primera hija María, en 1892 nace Joaquín y en 1895 Elena. Sorolla no deja de retratar a Clotilde pero lo hace también mientras ella ejerce de madre.
Pero Clotilde no pierde su condición de mujer, de compañera, por haber sido madre. Sorolla la sigue retratando sola en muchas ocasiones.
Y Clotilde, contrariamente a otras mujeres de su condición social de la época, parece dedicarle tiempo y dedicación a sus hijos y ser feliz con ello. Y la mirada de Sorolla es de padre, amante, cómplice.
Y pese a las teorías sobre el malditismo y la vida problemática que debe llevar un artista para poder ser creativo, nos enfrentamos a un Sorolla que parece ser feliz con la mujer con la que comparte su vida y con la familia que ha creado con ella. Durante temporadas, a veces largas, Sorolla tiene que viajar lejos de su familia para atender encargos de su trabajo. La correspondencia que se guarda de esos periodos es realmente clara y tierna: Joaquín y Clotilde se echan mucho de menos y se dedican emotivas palabras de cariño. Uno siente casi pudor al asomarse así a una relación tan íntima...»
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